La palabra sordera proviene del latín. Deriva de surditas, surditatis con el mismo significado que tiene en español. Está relacionada con el adjetivo surdus, surda, surdum cuyo concepto es sordo, que no oye, que no se oye, aplicado a los sonidos que no tienen claridad y sonoridad, más tarde se emplea para designar a quien no percibe bien esos sonidos.
Clase: sustantivo, femenino, singular.
La Real Academia Española da como su definición “privación o disminución de la facultad de oír”.
Para el Diccionario Mosby – Medicina, Enfermería y Ciencias de la Salud, es el “proceso caracterizado por la pérdida de la audición, parcial o total. Al valorarla […] se examinan los oídos del paciente, buscando exudación, costras, grumos de cerumen o anomalías estructurales. Hay que determinar si […] es de conducción o sensorial, temporal o permanente y congénita o adquirida en la infancia, la adolescencia o la vida adulta. Se valora el efecto del envejecimiento, cuando corresponda, y se realiza una valoración psicosocial sobre la adaptación del individuo a su sordera y su posible reacción a la misma con miedo, ansiedad, frustración, depresión, ira u hostilidad. En todos los casos hay que determinar el grado de pérdida sensorial y el tipo de alteración que la ha producido.”
Anacusia; cofosis (pérdida total de la audición), hipoacusia (pérdida parcial de la audición).
Audición.
“Debido al aumento paulatino en su sordera, el médico le ha indicado el uso de audífonos”. Se refiere en este caso a una ayuda externa para poder oír bien.
“Lo que los padres sospechaban de su beba, se comprobó al hacerle las pruebas respectivas: la niña sufre de sordera profunda”. Aquí se aplica al diagnóstico de un caso prelingüístico.
“Poco a poco fue perdiendo la audición en su oído derecho, y creyendo que sufría de sordera fue a ver al médico, quien le descubrió un cerumen que le obstruía el canal auditivo”. En este ejemplo se usa con el sentido de una de las causas posibles de este trastorno.