“Tener muchas ínfulas” no es precisamente un halago. Si se escucha que se aplica a alguna persona, lo que se está diciendo es que es alguien muy vanidoso y orgulloso. Alguien que es capaz de darse mucha importancia en lo que demuestra o hace; es de los que se hace notar y muchas veces denigrando a los demás.
No son ciertamente personas populares, sino más bien, de las que el resto de la gente trata de evitar o al menos no estar muy cerca.
Clase: frase popular formada por un verbo en infinitivo de 2da conjugación (tener); un pronombre indefinido femenino plural (muchas) y un sustantivo femenino plural (ínfulas).
La definición de “tener muchas ínfulas”, frase popular oriunda de España y conocida en muchos países de Latinoamérica es aquella persona que muestra o actúa con vanidad, orgullo desmedido o aires de grandeza, dándose una importancia o estatus social que no tiene y despreciando al prójimo en muchas ocasiones.
El hecho de “tener muchas ínfulas” es algo negativo porque implica también la exigencia de obediencia o respeto al que no se tiene derecho. Y como muchas veces los demás no tienen otra alternativa que soportar a esta persona, la ridiculizan o ironizan con esta frase.
Para entender el origen de esta expresión hay que remontarse al significado de la palabra ínfula. Esta era una venda o tira de lana que, como si fuera una diadema, los sacerdotes de algunas religiones antiguas la ceñían a su cabeza dejando caer a uno y otro lado dos cintas que los romanos llamaron “vittae”.
La ínfula solía ser ancha y retorcida como una guirnalda, de color blanco y púrpura, cubriéndose la cabeza en todas las partes donde hay cabellos hasta las sienes y atándosela por detrás con los “vittae”. Específicamente la Iglesia tomó este símbolo y lo adaptó en las mitras de los obispos y en la tiara papal, que se representa en las dos cintas anchas que cuelgan en la parte posterior.
De este modo la ínfula estaba formaba por una especie de rosario con copos de lana blancos y rojos cuyo número y longitud dependía de la dignidad o jerarquía cuanto más tiras tenía y mejor acabadas estuvieran señalaban más importancia, relevancia o prestigio de la persona que la llevaba.
De allí nace este dicho ya que una persona vanidosa no se conformaría con una ínfula común sino con una mucho más pomposa que las que habitualmente usaban las personas que se las merecían.
Pero también las ínfulas se utilizaban en los templos y altares, fundamentalmente para adornar a las víctimas que llevaban al sacrificio. Así se especificaba la importancia de dichas personas por el número y riqueza de las ínfulas que llevaba. De esto nació el proverbio “víctima de muchas ínfulas”.
“Darse muchas ínfulas”; “darse importancia”.
“Es de tener muchas ínfulas, sin embargo se la pasa pidiendo dinero prestado”. En este ejemplo, se usa con el sentido de alguien que se da importancia y no tiene con qué sostenerla.
“Tuvo muchas ínfulas cuando era joven y se llevaba el mundo por delante, pero la experiencia y los años lo volvieron humilde”. Aquí, se aplica a alguien que ha cambiado.
“Es gracioso tener muchas ínfulas como presidente de la biblioteca y no tener ni idea de qué libros son los más importantes que hay allí”. Se refiere en este caso, a una persona que hace alarde de un puesto jerárquico y no conoce su trabajo exhaustivamente.