Cuando se escucha que a alguien le dicen: “andá a contarle a Magoya” se sobreentiende que la persona o ha mentido, o ha exagerado o está molestando con sus palabras por encima de lo tolerable. Magoya no es nadie, es una identidad que se ha inventado entre los uruguayos y los argentinos, como lo son también otros destinatarios tales como “Montoto”, “Mongo” y “Mengeche”. Son los reconocidos próceres de la cultura popular urbana argentino-uruguaya que son capaces de soportar la mentira, la falta de pago y la insensatez.
Clase: frase coloquial formada por la segunda persona singular del imperativo del verbo andar (andá vos); una preposición (a); verbo infinitivo de primera conjugación (contar) más pronombre personal enclítico (le); preposición (a); nombre propio (Magoya).
La definición correspondiente a la expresión “andá a contarle a Magoya” considerada como una forma lunfarda, oriunda de Argentina y Uruguay, es decirle a una persona que está hablando que lo que está diciendo no es cierto, que no se le cree y por eso que se lo vaya a contar a otro, a Magoya o a quien fuere pero no a quien lo está escuchando.
También se puede utilizar en el caso de que una persona esté quejándose de una manera molesta. En este sentido es una forma algo diplomática y burlona de “sacárselo de encima” o “mandarlo al demonio”.
Esta frase no tiene una historia particular. Ya que Magoya no ser refiere a ninguna persona. Se cree que el nacimiento de este apellido, se debe simplemente al ingenio popular para referirse a una persona cualquiera desconocida o indeterminada, como ocurre con Mengano, Fulano o Zutano.
No es el único caso el de Magoya, ya que tanto en Argentina como en Uruguay, también hay otros personajes como “Montoto”, al que también se puede enviar a la persona para que lo escuche. “Andá a contarle a Montoto” es un dicho equivalente. Aunque Montoto no ha sido tan famoso.
Magoya se ha convertido en un personaje tan popular en el Río de la Plata que hasta es el título de un tango escrito por María Elena Walsh, con música de Héctor Stamponi. En algunas de sus estrofas dice: “[…] andá, contásela a Magoya/ la de cowboys que nadie te creyó/ discurso de milicos/ o cheque volador./ Estamos hasta aquí de cuentos chinos./ Andá, cobráselo a Magoya/ que pagariola tu desilusión/ y el cuento de que Dios es argentino/ andá corriendo, contáselo […]”. En este caso la variación está en “contásela” en vez de “contarle” y en que además le dice: “andá, cobráselo a Magoya”. Con respecto a esa frase, Magoya también es a quien se manda a alguien cuando no se le va a pagar.
O sea se envía a alguien inexistente para que escuche las mentiras de una persona; o para que lo moleste a él o para que le pague lo que no se quiere pagar.
En el caso de que Magoya no pueda atender, también se puede decir: “andá a cantarle a Gardel”. Mandar a alguien a que le cante a Carlos Gardel, sabiendo que ya había fallecido en 1935 en Medellín, Colombia, en un accidente de avión, es claramente una burla. Aunque también se puede escuchar la variante de “andá a cantarle a Magoya”, sobre todo en Uruguay.
“Andá a contarle a Montoto” (Argentina); “andá a cantarle a Gardel” (Argentina); “andá que te cure Lola” (Uruguay y Argentina); “andá a cantarle a Gardel” (Argentina-Uruguay); “a otro perro con ese hueso” (Colombia).
“Se hartó de escuchar tantas mentiras por eso lo detuvo: ‘pará, pará, todo eso, andá a contarle a Magoya’”. Se refiere en este caso a detener a alguien que miente.
“La señora nunca dice: andá a contarle a Magoya, prefiere la frase: andá a cantarle a Gardel”. En este ejemplo, se usa con el sentido de una frase equivalente.
“Andá a contarle a Magoya le dijo el hombre a su amigo cuando éste no dejaba molestarlo hablándole todo el tiempo sin parar”. Aquí, se aplica a alguien que fastidia a otro.